viernes, 18 de marzo de 2011

‘Red Riding Hood’, misericordiosa incertidumbre

Fuente: elnuevoherald via diariotwilight
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Cuando Charles Perrault escribió Caperucita Roja no pudo imaginarse la futura moda que el cine iba a conferirle a la licantropía, pero los hombres lobo básicamente intervienen en Red Riding Hood. Valerie (Amanda Seyfried) vive en aldea de lejanas montañas donde hace incursiones el goloso lobo humano y donde ella va predestinada a encasquetarse el inevitable capuchón del cuentecito.
Catherine Hardwicke, iniciadora de la crepuscular serie Twilight y directora de la erótica Thirteen, manipula un guión de nocturnal absurdo, donde el pueblo vive bajo el terror del feroz cuadrúpedo, aunque hace ya casi 20 años que no baja del monte. No obstante el período de tranquilidad, llega el padre Solomon (Gary Oldman), un exorcista dedicado a predicar a gritos y preparado a torturar sospechosos en una especie de horno llamado “Elefante”.
Aunque la localidad no está precisamente superpoblada, hay suficientes candidatos para caer en la elefantiásica cámara del terror, aunque ninguno con la obvia morbosidad de Lon Chaney Jr. o Benicio del Toro, como previos ejemplares de pilosa licantropía.
En noches de Luna llena, los provincianos tradicionalmente celebran las apariciones del monstruo, pero los ritos no logran infundir el terror que tan inútilmente busca el filme.
El rostro ovalado de Amanda Seyfried es demasiado pequeño para contener sus exacerbadas facciones en las frecuentes crisis de miedo, cuando trata de calmar a la abuela (la irreconocible —por suerte para ella— ex famosa Julie Christie).
Según la narración de Perrault, Caperucita se metía en la cama con el Lobo,
disfrazado de la recién engullida abuela. Los acontecimientos son muy diferentes en esta Red Riding Hood, tanto que es preciso imaginarse gran parte de lo ocurrido. La película falla de tal manera que —al menos en este caso— la incertidumbre es misericordiosa.•

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